Una atractiva rubia irlandesa llegó al casino.
Parecía estar algo borracha y apostó 20000 euros en una sola jugada a los dados.
En eso dijo: "Espero no se molesten, pero siento que tengo más suerte si estoy completamente desnuda".
Así pues, se sacó toda la ropa, tiró los dados diciendo:
"Vamos!... vamos!... que mami necesita ropa nueva!!!".
Cuando el dado se detuvo, empezó a dar saltos y gritó:
"Si!!!... si!!!!... GANÉEEE!!!".
Abrazó a los empleados; a cada uno de los jugadores; levantó sus ganancias, su ropa y se fue rápidamente.
Todos se miraron boquiabiertos… Finalmente uno de los empleados preguntó:
"¿.... y qué número salió?.
El otro contestó: "No sé; pensé que tú estabas mirando!!!".
LA MORALEJA DE LA HISTORIA
No todas las irlandesas son borrachas.
No todas las rubias son tontas.
Pero todos los hombres son IGUALITOS, IGUALITOS DE PENDEJOS!!!
Se excluyen definitivamente del abecedario los signos ch y ll, ya que, en realidad, no son letras, sino dígrafos, esto es, conjuntos de dos letras o grafemas que representan un solo fonema. El abecedario del español queda así reducido a las veintisiete letras siguientes: a, b, c, d, e, f, g, h, i, j, k, l, m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w, x, y, z.
El español se asimila con ello al resto de las lenguas de escritura alfabética, en las que solo se consideran letras del abecedario los signos simples, aunque en todas ellas existen combinaciones de grafemas para representar algunos de sus fonemas.
La eliminación de los dígrafos ch y ll del inventario de letras del abecedario no supone, en modo alguno, que desaparezcan del sistema gráfico del español. Estos signos dobles seguirán utilizándose como hasta ahora en la escritura de las palabras españolas: el dígrafo ch en representación del fonema /ch/ (chico [chíko]) y el dígrafo ll en representación del fonema /ll/ o, para hablantes yeístas, del fonema /y/ (calle [kálle, káye]). La novedad consiste, simplemente, en que dejan de contarse entre las letras del abecedario.
Al tratarse de combinaciones de dos letras, las palabras que comienzan por estos dígrafos o que los contienen no se alfabetizan aparte, sino en los lugares que les corresponden dentro de la c y de la l, respectivamente. La decisión de adoptar el orden alfabético latino universal se tomó en el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, celebrado en 1994, y viene aplicándose desde entonces en todas las obras académicas.